La leyenda del calafate (versión Argentina)

Cuentan, que hace muchos años atrás, los tehuelches vivian en la Patagonia, por esa razón es que también se les conoce como patagones. 

Se dice que ellos eran los dueños originarios de la tierra.

Dicen al llegar el invierno, este era tan crudo, que debían  emigrar a pie hacia más al norte, buscando alimento y calor.

Y cierta vez, en una de esas largas caminatas, mientras buscaban un mejor lugar para vivir, una anciana curandera de la tribu llamada Koonex, no pudo seguir caminando debido a su avanzada edad. 

La vieja mujer entendió que no podía ser una carga para la tribu, por lo tanto, esperaría la muerte en ese lugar.

Fue entonces, como manda la tradición, que  las mujeres de la tribu comenzaron a confeccionar un toldo con pieles de guanaco,  añadiendo en el abundante leña y alimentos, para que la anciana, pasase sus últimos días con tranquilidad.

Luego de la triste pero inevitable despedida, Koonex, fijó sus ojos cansados a la lejanía, allá, donde la gente de su tribu desaparecía tras el filo de una meseta. No pudo evitar derramar algunas lágrimas… fue una triste, triste noche. 

Se habla, se cuenta que algunas avecillas notaron su tristeza, entonces la acompañaron por algún tiempo, sin embargo, a medida que el invierno avanzaba por la Patagonia, esas avecillas también comenzaron a buscar un lugar más cálido y con más alimento para sobrevivir.

Ahora sí, la anciana quedaba completamente sola. 

Un crudo invierno pasó por ese lugar, un eterno y cruel invierno…. Nadie podría sobrevivir a semejante castigo de la naturaleza… nadie…

pasaron muchos soles y muchas lunas, hasta que la llegada de la primavera trajo consigo los primeros brotes en los árboles, dando la bienvenida también a los alegres cantos de  las golondrinas, los chorlos, los chingolos y las charlatanas cotorras, que se posaban alegres en los cueros del hogar de koonex.

De pronto, y para sorpresa de muchos, incluido quien les habla, se escuchó la voz de la vieja curandera que, desde el interior del toldo, las reprendía por haberla dejado sola durante el riguroso y largo invierno. 

Un chingolito, tras la sorpresa, le respondió: - nos fuimos porque en otoño el alimento escasea, además de que en el invierno no tenemos lugar en donde abrigarnos- 

-Los comprendo-, respondió Koonex, -por eso, a partir de hoy tendrán alimento en otoño y abrigo en invierno, y así nunca me quedaré sola- luego la anciana quedo en silencio.

Una fuerte ráfaga de viento empujo con tal violencia el toldo, que  volteó los cueros que lo cubrían, y en el lugar de donde aquella voz apareció, no estaba koonex, pues se hallaba un hermoso arbusto espinoso, de perfumadas flores amarillas.

Al llegar el verano, las delicadas flores se hicieron fruto y antes del otoño comenzaron a madurar tomando un color adulzorado de un exquisito sabor.
Cuenta la leyenda que desde aquel día algunas aves no volvieron a emigrar más y las que se habían marchado, al enterarse de la noticia, regresaron para probar el nuevo y delicioso fruto del que quedaron prendados.

Fue así que los tehuelches, luego de regresar también lo probaron, adoptándolo para siempre y así desparramaron las semillas en toda la región adoptando la leyenda conocida hasta hoy como "el que come Calafate, siempre vuelve por más."



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