El origen del Zorzal, relato Guaraní


 Los abuelos de los abuelos, alguna vez me contaron, que, en una pequeña comunidad de aborígenes guaraníes, existió un joven llamado Zorzal, un hábil y valiente cazador.

Y me contaban que este joven amaba profundamente a una hermosa mujer cuyo nombre era Agüaí, más bien, lo que quiero decir, es que ambos se amaban profundamente. 

Toda la tribu era testigo del gran amor que existía entre ambos, incluso cuentan, cuentan que cuando estaban juntos, el rio parecía llevar agua más cristalina para ellos, que el sol intentaba brillar aún más cuando ellos se miraban a los ojos, que los árboles eran más verdes cuando paseaban de la mano… y la luna… ay la luna, resplandecía toda la noche con tal de iluminar sus siluetas… eso, eso cuentan.

   El joven Zorzal, desde niño había sido instruido el arte de la caza, y con los años aprendió los secretos del monte y de los animales que debía cazar. 

   Cada mañana, antes de que la luna diera paso al sol salía Zorzal en busca del alimento necesario para su tribu, y cuando regresaba, no tenía otros planes
más que pasar las tardes enteras con la bella Agüaí.

Además de la caza, el joven había aprendido a tocar la flauta, y no per
día oportunidad para dedicarle melodías que solo el y ella disfrutaban. 

   Así transcurrían los días, las lunas, los soles, y la pareja gozaba de su amor y su felicidad.

Sin embargo, lamentablemente la relación de los jóvenes no a todos tenía contentos, y es por ellos, que sucedió algo que nadie esperaba.


Decían  que el chamán siempre se sintió atraído por la joven Agüaí, pero ella nunca tuvo ojos si no para su amado Zorzal.

Con cada rechazo de la joven, el chaman, se iba llenando de rencor e ira…. Hasta que cierto día, cansado ya de la indiferencia de la joven, ideo un plan para deshacerse de zorzal….

Un día de lluvia, de triste melancólica lluvia, el chaman, ya con su plan armado, corrió a ver al chaman, y con la voz entrecortada, le habló nervioso:



- He tenido una visión – le dijo- el amado de Agüaí, al que tanto respetas, al que dices querer como a un hijo, se convertirá pronto en una desgracia para toda la comunidad, debes tomar una decisión pronto, de lo contrario, te arrepentirás.


 

El cacique no daba crédito a lo que escuchaba, sabía que el chaman siempre estuvo enamorado de su hija, pero lo creía incapaz de una traición, y el miedo a que su predicción se hiciera realidad, lo hizo tomar una terrible y triste decisión, 

Ordeno a su más fieros y leales guerreros, que, en la madrugada, cuando zorzal saliera de caza, y mientras Agüaí dormía, deberían atrapar al joven.

Zorzan no opuso resistencia, pensaba que todo se trataba de un error, y que resistirse solo podría empeorar todo.

Lo ataron con firmeza a una enorme roca, lejos de la tribu, así, su amada no sabría lo que estaba pronto a suceder. 

Por muchas horas estuvo ahí, amarrado, vigilado, sin agua, sin comida.

Cuando apareció el cacique, sus ojos brillaron, pensó que todo se había aclarado, y por fin sería liberado.

Pero detrás de él, venia el chaman, quien le hablaba al oído, repitiendo un y otra vez, la terrible predicción de que la según sería responsable el joven cazador.

El cacique quería mucho a zorzal, pero no podía permitirse poner en riesgo a su gente, entonces, con sus ojos llorosos, ordeno ejecutar al cazador, quien veía como decenas de flechas se le enterraban en su pecho, y a los pocos segundos, finalmente murió.

Aguai, quien se encontraba recolectando alimento, de pronto sintió que su corazón se apretaba, no pudo si no pensar en su amado, en que algún terrible lo hubiese atacado. 

Corrió en búsqueda de su padre, si no estaba con su gente, ella sabía dónde encontrarlo.

Cuando llego a la gran roca, no podía creer lo que veían sus ojos, su amado yacía sin vida atado, y su pecho lleno de flechas… 

El sufrimiento se podía escuchar por todos lados, la joven lloraba sin poder contenerse… lo abrazaba intentando cambiar su vida por la de él… pero sus esfuerzos eran en vano.

El triste cacique la miraba arrepentido, ordenó a su gente que la sacaran de ahí… y mientras la llevaban arrastrando, boquiabiertos, todos los presentes vieron cómo, desde el interior del pecho del joven, desde su profundo corazón, parecía nacer un ave con el pecho empapado en sangre, el que, con un bello sonido como el de una flauta parecía querer calmar a la triste Agüaí.


Fue ahí entonces, en ese preciso momento, en que la joven comprendió que el gran Tupá le había obsequiado esta ave de pecho rojo y dulce canto, para darle compañía y aliviar su dolor.

¿y el chaman? Seguramente te lo estas preguntando…. Bueno, el chaman al ver esa escena, salió corriendo despavorido sin rumbo conocido, jamás se le volvió a ver….

Al que si se le volvió a ver fue al zorzal, esa pequeña y dulce avecilla, la que hasta nuestros días sigue deleitándonos con sus hermosas melodías, recordando por el resto de su existencia, a su amada, su dulce Agüai. 




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