La cruz del sur, leyenda tehuelche



 


Cuentan, que cierta lluviosa tarde, hace muchísimos años, un grupo de hombres tehuelches se encontraba cazando para conseguir alimento, iban armados con arcos, flechas y boleadoras, rápidos sigilosos se movían tras el rastro de un gran ñandú macho, kank, el que se les venía escapando desde hacía ya mucho tiempo. 


Aquella enorme ave era muy escurridiza, rápida e inteligente, la cual no bien sospechaba la presencia de personas, huía velozmente hasta quedar absolutamente fuera del alcance de sus perseguidores.

Así se les pasaban las horas y las nubes cargadas de lluvia comenzaban a dar paso al sol, el que tímidamente lanzaba pequeños rayos amarillos por todo el lugar.

Mientras el sol se asomaba, los hombres seguían intentando cazar a Kank, y poco poco,  lo fueron cercando, encerrando, y cuando creían que por fin lo tenían atrapado y que ya no podría escapar, el ave dio la media vuelta, los miró desafiante y dio un enorme, increíble salto por encima de ellos y corrió a toda velocidad con sus enormes y fuertes patas en dirección hacia el sur. 


Pero los cazadores no se rendían… no.  Corrían tras el ave arrojándole sus flechas y boleadoras esperando que algo diera en el blanco y lo derrumbara.

 Mas, nada pudo alcanzar a aquel astuto animal.

La persecución siguió por muchos minutos, hasta que llegaron al filo de una gran meseta, y en ese lugar el ñandú vio que su camino terminaba y se quedó ahí, resignado esperando que aquellos hombres acabaran con su vida. 

Pero algo pasó.

El sol aparecía en el cielo cada vez con más fuerza, y al juntar su brillo con las gotas de lluvia que aún se resistían a ceder por completo, formaron un enorme y hermoso arcoíris, el que parecía formar un camino que se iniciaba justo al final de la meseta, justo al lado del asustado ñandú.


En ese momento, el más ligero y resistente de los cazadores, llamado Korkoronke, se acercó bastante, pero entonces el ñandú de pronto giró bruscamente y como si se lanzara al vacío, apoyó una de sus patas sobre el arco iris que surgía justamente desde allí. Y empezó a trepar por ese camino de colores con sus largas y elásticas zancadas.

 Korkoronke quedó desconcertado. Pero se recuperó rápidamente y con todas sus fuerzas lanzó su boleadora de tres bolas en un último y desesperado intento por atraparlo. 

Pero el viejo ñandú, estaba con suerte hizo un paso al costado y las boleadoras pasaron de largo. Así escapó para siempre de sus perseguidores quienes, al volver esa noche tuvieron que soportar las burlas de todo el campamento. 

Nadie les creyó la fantástica huida del ñandú por el camino del arco iris. Sin embargo, cuando cayó la noche el cielo les dio la razón, porque vieron brillar varias nuevas estrellas.

Contaban los antiguos tehuelches que una de las huellas que el ñandú dejó en su carrera sobre el arco iris quedó para siempre grabada en el cielo, dibujada con cuatro estrellas. 


La llamaron choiols, "huella de ñandú en el cielo". Esta constelación no es otra que la cruz del sur, el inevitable punto de referencia de todos los caminantes y marinos del hemisferio austral. Aquella tarde, Korkoronke no pudo hallar sus boleadoras en el suelo. Pero aquella noche las descubrió en el cielo, estaban convertidas en una nueva constelación que recibió el nombre de cheljelén, la misma que en nuestros tiempos es también conocida como las Tres Marías.


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